27/2/13

El Día que Acabó la Crisis‏

Concha Caballero. El País

EL DÍA QUE ACABÓ LA CRISIS

Un buen día del año 2014, la crisis habrá terminado oficialmente y
se nos quedará cara de bobos agradecidos, nos reprocharán nuestra
desconfianza, darán por buenas las políticas de ajuste y volverán a
dar cuerda al carrusel de la economía. Por supuesto, la crisis
ecológica, la crisis del reparto desigual, la crisis de la
imposibilidad de crecimiento infinito permanecerá intacta pero esa
amenaza nunca ha sido publicada ni difundida y los que de verdad
dominan el mundo habrán puesto punto final a esta crisis estafa
—mitad realidad, mitad ficción—, cuyo origen es difícil de descifrar
pero cuyos objetivos han sido claros y contundentes: hacernos
retroceder 30 años en derechos y en salarios.

Un buen día del año 2014, cuando los salarios se hayan abaratado
hasta límites tercermundistas; cuando el trabajo sea tan barato que
deje de ser el factor determinante del producto; cuando hayan
arrodillado a todas las profesiones para que sus saberes quepan en
una nómina escuálida; cuando hayan amaestrado a la juventud en el
arte de trabajar casi gratis; cuando dispongan de una reserva de
millones de personas paradas dispuestas a ser polivalentes,
desplazables y amoldables con tal de huir del infierno de la
desesperación, entonces la crisis habrá terminado.

Un buen día del año 2014, cuando los alumnos se hacinen en las aulas
y se haya conseguido expulsar del sistema educativo a un 30% de los
estudiantes sin dejar rastro visible de la hazaña; cuando la salud
se compre y no se ofrezca; cuando nuestro estado de salud se parezca
al de nuestra cuenta bancaria; cuando nos cobren por cada servicio,
por cada derecho, por cada prestación; cuando las pensiones sean
tardías y rácanas, cuando nos convenzan de que necesitamos seguros
privados para garantizar nuestras vidas, entonces se habrá acabado
la crisis.

Un buen día del año 2014, cuando hayan conseguido una nivelación a
la baja de toda la estructura social y todos —excepto la cúpula
puesta cuidadosamente a salvo en cada sector—, pisemos los charcos
de la escasez o sintamos el aliento del miedo en nuestra espalda;
cuando nos hayamos cansado de confrontarnos unos con otros y se
hayan roto todos los puentes de la solidaridad, entonces nos
anunciarán que la crisis ha terminado.

Nunca en tan poco tiempo se habrá conseguido tanto. Tan solo cinco
años le han bastado para reducir a cenizas derechos que tardaron
siglos en conquistarse y extenderse. Una devastación tan brutal del
paisaje social solo se había conseguido en Europa a través de la
guerra. Aunque, bien pensado, también en este caso ha sido el
enemigo el que ha dictado las normas, la duración de los combates,
la estrategia a seguir y las condiciones del armisticio.

Por eso, no solo me preocupa cuándo saldremos de la crisis, sino
cómo saldremos de ella. Su gran triunfo será no sólo hacernos más
pobres y desiguales, sino también más cobardes y resignados ya que
sin estos últimos ingredientes el terreno que tan fácilmente han
ganado entraría nuevamente en disputa.

De momento han dado marcha atrás al reloj de la historia y le han
ganado 30 años a sus intereses. Ahora quedan los últimos retoques al
nuevo marco social: un poco más de privatizaciones por aquí, un poco
menos de gasto público por allá y /voilà/: su obra estará concluida.
Cuando el calendario marque cualquier día del año 2014, pero
nuestras vidas hayan retrocedido hasta finales de los años setenta,
decretarán el fin de la crisis y escucharemos por la radio las
                    últimas condiciones de nuestra rendición.

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