22/10/13

Artículo de Risto Mejide

Largaos de una vez. Largaos, sí. Los que trincáis, los que habéis trincado,
los que permitisteis que otros trincaran y los que todavía hoy no hacéis
nada porque se deje de trincar. Todos. Sobráis, de verdad, dejadnos en paz
de una puñetera vez.

Dais asco. Vuestra falta de vergüenza ha llevado la nuestra hasta límites
que jamás deberíamos haber conocido. Y ahora os cubrís el culo los unos a
los otros, un culo que tenéis tan sucio que hasta las pústulas de vuestra
ignominia os han invadido el cerebro, y ya no es posible distinguir vuestras
declaraciones rellenas de mierda de la peste que emana de un zurullo común.

Callaos. Callaos de una vez. Dejad de contaminar los medios, las noticias y
nuestro estado de ánimo. Dejad de hacer comunicados y ruedas de prensa,
disolved todos los chanchullos, deponed vuestros privilegios y salid con la
cabeza bien baja y las manos en alto.

Dejad de desanimar a la gente. Dejad de decirnos que todo fue por nuestra
culpa. Dejad de tomarnos por gilipollas. Ah, y no os atreváis a volver a
decir que sois reflejo de la sociedad en la que vivís. Que si robasteis fue
porque os lo pusieron delante. Que sois víctimas de un vacío legal, un
entorno corrupto y una dudosa moral. Que sois reflejo de la gente,
representantes elegidos por el pueblo. Vosotros no sois pueblo, vosotros
sois escoria.

Devolvedlo. Devolvedlo todo. El dinero, las propiedades, los cargos, las
dietas, los sobresueldos, las comisiones, la dignidad que os quede y la
honorabilidad que algún día se os supuso. Y cuando hayáis acabado, devolved
la nacionalidad que se os dio por error. Porque no merecéis formar parte ni
de este ni de ningún país. No hagáis ni las maletas, saltad por la borda,
como las ratas, salid nadando. Y quien no sepa, que se joda, francamente nos
da igual.

Pedid perdón. Disculpaos. Ante todo aquel que votó. Ante todo aquel que
piensa seguir votando. Porque ellos han creído en un sistema democrático que
vosotros habéis violado, sodomizado y puesto del revés. No, yo no os concedo
la presunción de inocencia. Porque cuando uno deja que ciertas cosas
ocurran, acaba siendo cómplice aunque solo sea por ignorancia, por desidia u
omisión.

Y por último, largaos, sí, pero sin dejar rastro. Ni se os ocurra nombrar
sucesores, ni gestores, ni primos segundos que calienten vuestra silla. No
tengáis la cara dura de intentar dejar un legado. Vuestro único legado será
la vergüenza. Y tampoco os atreváis a interponeros nunca más entre la gente
de bien y sus lícitos objetivos. Porque en este país aún quedan ciudadanos,
empresas e incluso algún político honrado que construyen, que siguen
luchando y que ahora ya solo tienen una misión: que no les jodáis la vida,
que les dejéis hacer.

Pero sobre todo y ante todo, por lo que más queráis, seguid ignorando estas
órdenes, exigencias demagógicas de un publicista que de vez en cuando hace
el capullo en televisión.

Seguid creyendo que no pasará nada. Porque así quedará menos para que pase.


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